lunes, 3 de noviembre de 2014

Un capítulo más del culebrón de Manuel Lara y Gregorio Morán

A las noticias publicadas en este blog el 9 y el 23 de octubre pasados sobre la censura que José Manuel Lara, el mandamás de Planeta, impuso para impedir la publicación del libro del periodista Gregorio Morán, que deschava, entre otros, el pasado negro de Víctor García de la Concha, se suma ahora  la entrevista, que Karina Sainz Borgo mantuvo con el editor Ramón Akal y que publicó Voz Pópuli, de España, el pasado 25 de octubre. Aquí se habla de la determinación de Akal de publicar el libro censurado por Planeta, lo cual agrega un nuevo capítulo a este ya dilatado culebrón.

El editor Ramón Akal no teme represalias
por publicar el libro de Gregorio Morán que Planeta censuró

 No es la primera vez que el editor Ramón Akal publica un libro incómodo, de esos con los que otros no se han atrevido. En los años setenta, Akal se enfrentó a trece juicios en un Tribunal de Orden Público por editar Fanny Hill, de John Cleland, un clásico de la novela erótica del siglo XVIII. Y como ése, muchos más: fue él quien publicó El negocio de la libertad, el primer libro que señaló la corrupción en la Casa Real, y ahora repite con El cura y los mandarines, el polémico ensayo de Gregorio Morán censurado por Planeta. “No temo represalias por publicar el libro de Gregorio Morán”, responde Ramón Akal, sin aspavientos ni exageraciones, ante la pregunta sobre las posibles revanchas que puedan surgir a causa de un título que saldrá publicado en pocas semanas.

El libro de Gregorio Morán, que analiza los vínculos entre la cultura y la política desde 1962 hasta 1996, iba a ser publicado por el sello Crítica, del Grupo Planeta. El ensayo, sin embargo, fue censurado después de que el autor se negara a eliminar once páginas en las que aparecen volcadas duras críticas contra la Real Academia Española –cliente fuerte de José Manuel Lara; Planeta imprime, por ejemplo, el DRAE en su sello Espasa–. Figuras como Víctor García de la Concha, Luis María Ansón y Juan Luis Cebrián, vapuleados en las páginas del ensayo, fueron una razón más que suficiente para dar carpetazo. “La editora de Crítica estimaba que esas páginas eran punibles y que podían traer muchas demandas por lo que allí se dice. Ahora: nosotros vamos a publicarlas”, asegura Akal.

Convencido de que no hay libros rentables o no, sino libros buenos o malos, Ramón Akal se refiere al sello que dirige sin heroísmos ni homenajes. “El problema no es si se mete el dedo en la llaga o no, sino si lo que se cuenta ahí es real, si ha ocurrido. Lo que se pretende es censurar la realidad y la verdad”, asegura el director de uno de los sellos de referencia en el quehacer intelectual en España. Si el retrato de un editor es su catálogo, el suyo no puede ser más claro: en los cuatro sellos del grupo (AkalFocaIstmoHBLume y Siglo XXI) están editados más de 3.500 títulos, desde clásicos como Hegel o Auguste Comte hasta la actualidad más rabiosa e incómoda.

El episodio de Gregorio Morán ya lo ha protagonizado usted antes. ¿A qué temen tanto los grandes grupos cuando se trata de sacudir al poder?
–No es que teman, es que el mundo editorial afecta la esfera de los negocios. Si pierdes un contrato con la Real Academia, pues pierdes igual la venta de 400.000 libros…

Ese habría sido el caso de Planeta con el libro de Gregorio Morán, que tiene duras críticas contra miembros de la RAE: desde Víctor García de la Concha, pasando por Luis María Ansón hasta Juan Luis Cebrián… 
–Exactamente.

Pero, ¿qué dicen esas dichosas 11 páginas?
–La editora estimaba que esas páginas eran punibles y que podían traer muchas demandas por lo que allí se dice. Ahora: nosotros vamos a publicarlas. Si deciden que las páginas de ese libro son denunciables, pues nos veremos en los tribunales. Yo creo que no hay posibilidad de ninguna una denuncia.

El título habla por sí solo, pero no se puede obviar que recorre el mundo cultural español desde 1962 hasta 1996 ¿Qué es lo más fuerte que dice Morán en su libro?
–No puedo ni debo comentar nada de esto, pero considero que el autor piensa muy bien lo que dice. Gregorio Morán siempre ha sido así. Nunca ha tenido problemas y su editorial, Planeta, de golpe y porrazo ha decidido que no le publica…

El mejor retrato de un editor es su catálogo y usted ha sido de los que han publicado desde todo Hegel hasta Pablo Iglesias. ¿Cuál es el signo de Akal: acaso el pensamiento político, acaso la contracorriente?
–Si ir contracorriente significa asumir una posición frontal o iniciar una guerra con el resto de las editoriales, pues no. Hay editoriales que hacen una labor digna y coinciden con nosotros y otras, que son las más grandes, que se rigen por otros criterios. Eso no quiere decir que nosotros tengamos la razón y ellos no. En Akal el criterio es: hay libros buenos, no libros rentables. Existen libros como El negocio de la libertad, de Jesús Cacho, que han jugado un papel político muy importante. Con aquel libro, Cacho se enfrentaba contra el señor Polanco, la Casa Real y, por supuesto, contra el rey. Era la primera vez que se le acusaba de prácticas que ahora todo el mundo reconoce. Sin embargo, en ese entonces, había que abrir el melón y Cacho lo hizo. Eso suponía enfrentarse también con el editor, que lo rechazó. Así que lo publicamos nosotros.

Usted siempre ha sido objeto de alguna persecución. Enfrentó una sanción de inhabilitación por publicar Fanny Hill, de John Cleland, clásico del erotismo, décadas más tarde volvió a ocurrirle lo mismo, esta vez con una censura de ventas de Adiós princesa, el libro sobre Letizia Ortiz.
–Es solo un signo de ser coherente. En el franquismo, cuando me dieron licencia de editor, publiqué aquello que se publicaba en toda Europa y que en España, por la censura oficial, no existía. Antes la censura era política, ahora es económica. En la democracia, con Suárez en el poder, enfrenté trece procesos en el tribunal de orden público. Fanny Hill, de Cleland, fue secuestrado y yo fui condenado por el juez, quien aseguró que estaba aliado con potencias extranjeras liberales y marxistas con el fin de pervertir a la juventud española. Nunca lo pude comprender (¿se puede ser liberal y marxista a la vez?). Eso quedó así. En el primer consejo de ministros hubo un indulto.

A lo largo de más de cuatro décadas Akal ha editado 4.000 libros, de los cuales 3.000 siguen disponibles, una hazaña en tiempos de burbuja editorial y en los que una novedad dura menos de un mes en las librerías.
–Hay libros y libros. Los nuestros no son libros de golpe, de esos que se venden en el año o desaparecen. Son libros que se siguen vendiendo a lo largo de dos o tres generaciones, porque son académicos.

Su catálogo posee, insisto, desde todo Hegel hasta libros como Física social, de Auguste Comte, que permanecía inédito en España pese a ser un clásico de la sociología con casi 200 años.
–Sí. Tenemos, por ejemplo, las dos ediciones que existen en castellano de El Capital; una del sello Siglo XXI y otra que habíamos publicado nosotros. Se trata de libros que se venden a lo largo de 30 o 40 años y que se seguirán vendiendo.

¿Usted, antes que editor, fue librero… cierto?
–Más bien distribuidor, pero sí…

En aquellos años del franquismo el asunto no tenía nada de sencillo. ¿Acaso todo tiempo pasado fue mejor, en lo que a templar el espíritu respecta?
–Yo no me arriesgo más que económicamente, acaso en términos de prestigio o desprestigio, según lo que cada quien suponga que eso significa. Pero ése no es el tema. Yo he respetado toda mi vida la libertad de expresión y la he defendido porque es un valor que debe defenderse. Confío en que las cosas deben cambiar. De momento, a mí las presiones económicas y políticas no me van a obligar cambiar.

¿Teme usted represalias por publicar el libro de Gregorio Morán?
–No, no temo represalias por publicar el libro de Gregorio Morán. A mí solo me interesa si vale la pena o no publicarlo; si es bueno o no. Si por represalias entendemos la interpretación que se pueda hacer, pues no, no tengo temor alguno. Los tiempos no están para censurar libros; eso es cosa del franquismo, entonces sí se hacía.

Permítame que insista: el ensayo de Morán mete el dedo en la llaga de determinados popes culturales: Cebrián, Ansón… por no decir otros ya muertos como Cela.
–El problema no es si se mete el dedo en la llaga o no, sino si lo que se cuenta ahí es real, si ha ocurrido. Lo que se pretende es censurar la realidad y la verdad.

Dicen veteranos como Mario Muchnick o el mismo Jaime Salinas en sus conversaciones con Juan Cruz que los editores ya no leen. ¿Qué piensa?
–Eso también es otra interpretación, diría que muy sesgada. Todos mis editores leen y son competentes, saben de lo que hablan. Decir que los editores no leen, pues bien, habrá que decir quiénes son los que no lo hacen. Hay personas, como las que cita, que lo pueden afirmar. Pero yo no.

Pablo Iglesias presenta libro, Disputar la democracia, publicado por Akal. ¿Por qué su sello ha decidido publicar a un personaje al que le sobran las tribunas?
Antes de que Pablo Iglesias fuese así de conocido, en Akal publicamos Maquiavelo frente a la gran pantalla, y lo hicimos en la misma colección en la que hoy se publica Disputar la democracia. Nos parecía que lo que decía valía la pena y por eso decidimos editarlo. En un tiempo saldrá otro libro más. Y lo hicimos por la misma razón por la que publicamos a otras personas que tienen algo que decir.

Su sello siempre ha sido fiel a la idea de dar espacio a las voces no escuchadas.
Sí, pero que no se escuche una voz u otra es porque no se le da pantalla. Nosotros somos abiertos al talento y a la gente que tiene talento

Pero, usted lo sabe, la independencia tiene un precio.
Decir o afirmar que alguien se vende o no, supone descalificar a otros que sí lo hacen. A mí no me gusta, ni soy quién para juzgar. No podemos ponernos medallitas; lo que yo hago es aquello que la moral y la ética nos dicen que debemos hacer.

El sector lleva cinco años de caída de ventas, a la vez que asiste a la llegada del libro electrónico y pincha la burbuja editorial. ¿Qué opina?
La lectura en España no se puede desligar de la realidad. Parecería que somos un núcleo cerrado que no tiene nada que ver con la sociedad. Si hay seis millones de parados, ¿qué quiere: que compren libros y dejen de comer? No. Hay que situarlo en el contexto. La caída es la misma que en otros mercados. Hay alternativas y salidas. Tenemos casa en México y Argentina. México está en un ascenso fulgurante, con un ansia tremenda de conocimiento, al igual que Argentina, que se mantiene como siempre. España tiene una crisis tremenda.

¿Cree usted en el libro electrónico?
Editar un libro se utiliza como sinónimo de edición en papel, y nosotros pensamos y creemos que editar un libro se puede hacer de distintas maneras. Antes el periódico era en papel, ahora, como Vozpópuli, hay quienes lo hacen en digital. En el libro de momento, la situación por parte de la gente es muy baja. En EE UU está ene l 20% y en España no llega al 5% pero eso no quiere decir que no lo tengamos disponibles en la red.


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