lunes, 11 de agosto de 2014

Inéditos de Virginia Woolf en castellano, que acaban de ser publicados

Miguel Ángel Martínez-Cabeza acaba de traducir y publicar los ensayos incluidos en Atardecer en Sussex y otros escritos, que reúne trabajos inéditos en castellano de Virginia Woolf. Publicados por Abada Editores, de España, el 6 de agosto pasado, Juan Carlos Talavera dio cuenta de la obra en Excelsior, de México, y conversó con el traductor. 


La faceta más íntima y compacta de Virginia Woolf

CIUDAD DE MÉXICO, 6 de agosto.- Traducen y publican, por primera vez al español, 15 artículos y ensayos de la narradora inglesa Virginia Woolf (1882-1941) en el libro Atardecer en Sussex y otros escritos, donde aborda temas como la pintura y algunos viajes por España y Estados Unidos.

El volumen, publicado por Abada Editores, recién llega a México y, en entrevista con Excélsior, el traductor Miguel Ángel Martínez-Cabeza explica que éste ofrece un recorrido por la faceta más íntima de la narradora y ensayista, en la que se pueden apreciar los ejercicios de escritura más compacta que Woolf realizó a lo largo de su vida.

Atardecer en Sussex y otros escritos incluye 15 textos más, que habían permanecido dispersos, en los que Woolf escribe sobre música y sus viajes por Europa. “Aunque lo más importante es cómo Virginia Woolf mantiene su esencia como narradora y muestra la capacidad que tiene para trascender el momento; y es posible apreciar cómo la autora se aleja de la perspectiva académica para acercarse más al lector”, explica.

Vía telefónica desde España, el traductor considera que se debe resaltar que en estos textos existe una visión literaria, pero no evocadora de la autora, pues ella misma criticaba esa especie de “viajera sentimental”, pues aseguraba que es muy fácil tomar un elemento del paisaje, darle vueltas y hacerlo atractivo al lector. “Lo cierto es que ella no se detuvo a hacer eso”.

Sobre la idea de cómo nació este libro, Martínez-Cabeza comenta que el objetivo era compilar los 15 inéditos en español y reunirlos con otros 15 textos ya publicados, pero muy difíciles de encontrar, para así reunir esos otros temas de Woolf, como la pintura, la música y los lugares.

De los inéditos destaca “Prefacio a Pinturas recientes de Vanessa Bell”, quien era su hermana, “Exposición conmemorativa de Roger Fry”, “Norteamérica”, donde nunca ha estado, “El momento: una noche de verano” (póstumo); y otros que podrían ser ubicados entre los mejores que escribió, como “La Royal Academy”, “Dibujos y retratos”, “Extranjeros en Londres”, “El château y la vida en el campo”, “La casa de Lyme” y “Reflexiones de una puesta de Sol”.

Lo cierto es que a lo largo de esta compilación de escritos, que se ubican entre 1904 y 1947, se mantiene la esencia literaria de la escritora, “al mostrar un elemento común muy marcado: su posición cercana frente al lector. Recordemos que ella no tuvo formación universitaria, aunque no hizo otra cosa en su vida que leer y escribir”.

Así que la autora inglesa adoptó una perspectiva poco académica y esa idea la llevó a sus escritos sobre música y pintura. Y ella, que escribió con tanta fuerza, sensibilidad y con esa vena literaria, recrea en estos escritos imágenes muy interesantes, como en la Royal Academy, donde inventa una escena de teatro en la que participan los personajes de las pinturas, explica.

Una de las curiosidades del volumen es el pequeño artículo “A España”, donde se ve claramente que era muy poco viajera, pues sólo le gustaba montarse en tren por Inglaterra y pasear en la costa de Cornwall, donde vivió de niña. Entonces, al llegar a España… lo pasó fatal, desde su llegada en barco a Lisboa y el terrible viaje en tren, añade.

Otro elemento interesante en estos escritos de Woolf, señala Miguel Ángel Martínez, es que enfatiza lo que ella no quiere hacer en su escritura, y lo que no quiere era hacer ensayos de viaje donde utilizara el modelo que utilizaba Henry James, quien era amigo de la familia. Incluso hay otro texto, La viajera sentimental, donde Woolf dice que es muy fácil tomar un elemento del paisaje, darle vuelta y hacerlo atractivo al lector.

Así que éste es un volumen muy variado, que al mismo tiempo tiene ese elemento común, y esa visión de la viajera a quien no le gustaba hablar del viaje, indica. No olvides que Woolf fue una viajera con muy poca simpatía por el tema. Pero al mismo tiempo fue capaz de abordarlo con esa faceta literaria y totalmente contundente que se percibe en toda su literatura, agrega.

Otro texto muy evocador es el que da nombre al volumen “Atardecer en Sussex”..., donde se puede apreciar el  desdoblamiento que ella hace de sí misma. “Así que ella viaja en el coche y al mismo tiempo sucede un diálogo entre tres Virginia Woolf, donde aparece ella, ella misma y la otra Virginia, con esa visión de la perspectiva del que observa, asegura.

Es interesante que ese texto dé título al volumen. Primero por lo inglés y luego porque no crea una expectativa, que desde mi punto de vista sería confusa, el de presentar a la Virginia viajera, concluye.


EXTRANJEROS EN LONDRES
(Fragmento del ensayo que habla sobre los distintos  tipos de viajeros)

Todo aquel que escribe algo, por poco que sea, escribe un diario de impresiones cuando viaja al extranjero. La escena es tan nueva, tan original, y está dispuesta con tanto encanto, como a propósito para ser contemplada y puesta por escrito, que los dedos se curvan alrededor de una pluma imaginaria y los labios pronuncian las palabras instintivamente. Sería agradable pensar que esta costumbre no es del todo banal; y la buena disposición con que leemos las impresiones sobre nosotros escritas por extranjeros da buenos motivos para la esperanza. No hace falta ser profundo,  comparar situaciones ni predecir el futuro para resultar interesante; todo lo que se requiere de uno es que mire de verdad y que describa tan cuidadosamente como sea posible. El don está casi obsoleto entre los nacionales de una edad respetable por la misma razón que raras veces encontramos a alguien de mediana edad capaz de describir la forma del cubo del carbón. Oxford Street, Kensington Gardens, Piccadilly —los meros nombres de estos lugares provocan tantos ecos, su vista se confunde tanto con una multitud de otras vistas, que un londinense que se sentara a describirlos podría terminar con un ensayo sobre el gobierno de los partidos o una disertación sobre la inmortalidad del alma—. Las impresiones de Huard y Rutari constituyen una lectura excelente porque tienen cierto distanciamiento; vemos nuestra superficie como si fuera en un espejo improvisado, y sin embargo la imagen refleja los colores de una serie de idiosincracias individuales y nacionales que la llenan en otro sentido de sugerencias para nosotros. La base de la representación es la misma en ambos casos. Todos los viajeros profieren exclamaciones por la extensión de Londres, su bullicio, sus multitudes, sus contradicciones. Al escucharlos uno podría pensar que París es un pueblecito pulcro o Berlín un centro de cultura provincial, como Leeds. Todos recorren sus calles perplejos y entusiasmados ante los incontables tipos de personas que fluyen a raudales por los estrechos canales, siempre en movimiento, siempre cambiantes y creando un alboroto continuado. Todos se maravillan con la destreza de los chicos de los periódicos y con la majestuosidad de los policías. Visitan la City, la Torre, Greenwich y se muestran sensibles, como sólo pueden hacer los extranjeros, a los encarcelamientos y ejecuciones que tuvieron lugar allí. «Êtes-vous bien sûr», le preguntó Huard al guardia de la Torre, «qu’aucun fantôme n’erre ici la nuit, traînant ses chaînes et murmurant ses plaintes?». «Completamente seguro, señor», le contestó el buen hombre; y la mayoría estaríamos de acuerdo con él. Citan los ensayos de Lamb que han leído y los  artículos del Spectator, recuerdan lo que el doctor Johnson decía sobre Charing Cross, e imaginan cuántos personajes distinguidos han caminado por donde pasamos ahora.


No hay comentarios:

Publicar un comentario