domingo, 27 de octubre de 2013

Faltaron mujeres, faltaron jóvenes y, sin ánimo de ofender, claro, sobraron viejos pelotudos

"Termina el encuentro de académicos del español. Se discutió sobre el libro y hubo visiones pesimistas sobre lo digital. Se sintió la falta de jóvenes y de mujeres." Esto escribía en su crónica, publicada por Ñ digital el día 24 de octubre pasado, Guido Carelli Lynch.

Congreso de la Lengua
mucho ruido y veremos cuántas nueces

Es un lugar de encuentro. De eso se trata, ni más ni menos, el Congreso de la Lengua Española, cuya sexta edición concluyó ayer en Panamá. Esa condición alberga su potencial y también sus limitaciones. “Los congresos de la lengua nunca son importantes desde el punto de vista científico, es un congreso que reúne gente vinculada al idioma, instituciones, editoriales y como elemento para poner la lengua en el tapete sirve, pero no busques nada más”, explicaba José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras y uno de los 220 invitados de 30 países a esta ceremonia.

No va a haber ni descubrimientos ni ponencias. No es ese el fuerte de los Congresos de la Lengua. “En este se puso mucho énfasis en el libro y en lo tecnológico, entonces el tema lingüístico y los problemas de la lengua se pierden un poco. Porque somos expertos, cuando somos, nada más que en lenguas”, dijo Moure en la antesala del acto de clausura. Un rato antes, Víctor García de la Concha –el director del Instituto Cervantes, que fue titular durante 12 años de la Real Academia Española (RAE)– había intentado convencerlo de la necesidad de firmar acuerdos de cooperación con la Argentina Para eso ha servido también este Congreso.

Dos centenares de –en su enorme mayoría– expertos en lengua española discutieron durante tres días sobre el libro y sus soportes, un tema en el que no son especialistas. En el encuentro que llevaba como lema El español en el libro y en el que se escucharon largas y ocurrentes exposiciones sobre derechos de autor, nadie mencionó los problemas de distribución que existen en el mercado del libro en español –que manejan multinacionales de origen español– y que impiden que estos países puedan compartir su literatura.

Faltaron en este congreso voces disonantes y grandes debates. Afuera sobran.

La mayoría de las veces sólo se escucharon argumentos a favor de la cultura de papel, que ojalá dure para siempre, pero casi nadie entregó visiones optimistas sobre los soportes digitales.

García de la Concha recordó ayer otra vez el legado de la edición de Rosario, donde “el pueblo tomó el Congreso”. Pues bien, aquí no hubo pueblo. Además de los participantes, los asistentes fueron casi exclusivamente los 1200 docentes panameños invitados. “Aquí hay una marca nueva: el maravilloso grupo de profesores. Nunca en ningún congreso los paneles estuvieron tan concurridos, con una asistencia fervorosa”, dijo el titular del Cervantes y por supuesto se ganó el aplauso de los maestros.

Se veían caras cansada. No sólo por la noche agitada, sino por la cantidad de paneles en 72 horas. “Nos equivocamos en hacerlo tan intenso. Todo el mundo se ha ido un poco con la lengua afuera. Habrá que volver al modelo de los congresos de Zacatecas o Rosario, de 6 días. Si no, es físicamente imposible”, reconocía el director de la RAE, José Manuel Blecua.

El Congreso sirvió también como corolario de los festejos por el tricentenario de la Real Academia Española. En palabras de Blecua, la RAE ha renacido de las cenizas como el Ave Fénix. “Tiene un espíritu tan juvenil que nadie diría que tiene 300 años”, decía. Juventud precisamente fue lo que le escaseó entre los asistentes. “Me trajeron para bajar el promedio de edad”, bromeaba el periodista y crítico mexicano Rafael Lemus, de 36 años.

La misma falta de juventud se siente entre los académicos de la RAE. ¿Faltan jóvenes? “Claro que sí, esperemos que se vayan incorporando y también mujeres especialistas, si no acabamos siendo todos vejestorios”, reconocía Blecua, de 74 años. La ausencia de mujeres es una de las mayores críticas que recibe la institución. Y otra está vinculada a que el director de la RAE es además –por estatuto– presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que reúne a 22 academias, de las cuales 20 son americanas y una de Filipinas. “Todos los estatutos se pueden cambiar, pero eso no le otorgaría ningún dinamismo en sí mismo a la ASALE.

Lo que cambiaría sería el sistema de financiación, porque ahora nos financia el Ministerio de Educación de España”, advertía Blecua. Ahora, que terminó el Congreso, comenzarán aquí las sesiones de la institución que agrupa a las veintidós academias iberoamericanas.

El Congreso tuvo gusto a poco, pero quizás sea sólo una cuestión de perspectiva. “Un congreso no trasciende en el momento que ocurre, sino después. Lo que se siembra aquí se va cosechando a lo largo de los 2 o 3 años”, afirma el escritor panameño Juan David Morgan. La esperanza es lo único que pierde.

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