miércoles, 15 de agosto de 2012

Piedra libre para Leopoldo García Ramón


El 9 de agosto pasado, Enrique Bernárdez publicó en El Trujamán la siguiente columna sobre Hans Christian Andersen (1805-1875) en España. La reproducimos por su valor e interés.




Un traductor de Andersen

Cuando Hans Christian Andersen estuvo viajando por España en 1861, se extrañó de ser un desconocido. Lo cierto es que aquí solo se conocía un par de cuentos suyos, a diferencia de lo que pasaba en la mayoría de los países europeos. No le gustó nada, por cierto: acostumbrado a ser la estrella en todas partes, le chocó y le molestó no ser nadie en un país que, además, le decepcionó por la fealdad y la falta de interés de la ciudad de Valencia (¿!), la ausencia de bandoleros en Sierra Morena (¡?) o el excesivo europeísmo de Madrid, que no correspondía a la idea habitual de España. (¡Pensar que más de ciento cincuenta años después sigue habiendo entre nosotros quienes repiten el estúpido sonsonete de que Madrid es un «poblachón manchego»!). Lo cierto es que en España se tradujo tarde a Andersen, lo que no extraña demasiado si tenemos en cuenta el «ancestral retraso» del país en esos años y el innegable hecho de que «Europa acaba en los Pirineos».

Basta de lugares comunes. El primer traductor de una auténtica colección de los Cuentos de Andersen (que no eran «cuentos para niños» como erróneamente tiende a creerse, sobre todo entre nosotros, sino «cuentos, narrados para niños», que es algo muy diferente) es un personaje interesante y a la vez misterioso, que tuve oportunidad de conocer gracias a una invitación de F. Lafarga y L. Pegenaute.1 La investigación necesaria para cumplir el encargo me llevó a terrenos antes desconocidos. (Es lo bueno de la investigación, entre otras cosas). Leopoldo García Ramón2 tradujo al español numerosos cuentos del genial autor danés, en quince pequeños volúmenes publicados por la editorial parisina Librería Española de Garnier Hermanos, probablemente a partir de 1880. La Biblioteca Nacional de España y la Virtual Cervantes indican como fecha «186?», lo que es imposible, como se explica en el artículo en cuestión (algunos de los cuentos traducidos son posteriores a esa fecha). En España existían escasos datos sobre el autor y la traducción, y el único libro suyo aún accesible es una reproducción facsímil de El arte de fumar. Tabacología universal, publicado originalmente en París en 1881. En las bibliotecas españolas, incluida la Nacional, apenas existen referencias a él, aunque sí las hay en las francesas y en algunas latinoamericanas. García Ramón tradujo los cuentos de Andersen de una edición francesa en la misma editorial. Esta, a su vez, es versión de una traducción alemana. De modo que las primeras traducciones importantes de Andersen al español recorrieron un largo camino: danés → alemán → francés → inglés. Como se muestra en el artículo correspondiente del libro de Pegenaute y Lafarga, ese itinerario hizo que el resultado final (que por lo demás es una buena traducción) estuviera bastante lejos del original.

Pero García Ramón tradujo bastantes más cosas. Por ejemplo, a Maupassant; y en dirección inversa, vertió a Pardo Bazán3 al francés, y mantuvo bastante contacto con la escritora. Una revisión a fondo del trabajo traductor de este español singular es necesaria. Como lo es, posiblemente (aunque en ese terreno no me quiero meter) la de su propia obra literaria, pues al parecer era considerado una personalidad importante como crítico y novelista de tendencia naturalista. Esa revisión podría quizá arrojar datos sobre el lugar y la fecha de su muerte, que hoy por hoy parecen totalmente desconocidos.

·                     (1) Para el libro que ellos editaron, Cincuenta estudios sobre traducciones españolas. Berna, Peter Lang. 2011. volver
·                     (2) No confundir con el pintor valenciano del mismo nombre. volver
·                     (3) Nunca he visto sentido alguno a tener que decir «La Pardo Bazán» o «La Callas», pero no «El Cervantes» o «El Caruso». volver

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