lunes, 15 de junio de 2009

"Cuando corresponda"


Co-fundadora de este Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, Julia Benseñor posee una larga experiencia como traductora y docente de traducción tanto en el ámbito público como privado. También, un notable y efectivo sentido común, que se evidencia en las notas que siguen, especialmente escritas para este blog.

La traducción literaria, campo fértil para el error

Si hay algo que me resulta apasionante de la traducción literaria, entre otras cosas, es que me obliga a cuestionar la noción de error, tanto como lo hace la literatura. Desautorizar las reglas de puntuación, sacudir las estructuras fijas de la lengua, e incluso desafiar las mismísimas reglas de ortografía son licencias que sólo el traductor literario puede tomarse.
En la traducción literaria nada parece ser correcto ni incorrecto per se; por el contrario, en este campo felizmente no hay lugar sólo para las reglas rígidas dictadas por la academia, sino que éstas más bien deben aceptar una armoniosa y divertida convivencia con la prosa viva de una amplia gama de personajes que, tal vez para responder fielmente a su naturaleza, deban expresarse "incorrectamente". A veces siento que no hay error más grande que la ausencia de error.
¿O acaso no sería un error que Holden, el adolescente de The Catcher in the Rye, hable como un maduro profesor de la universidad? ¿O que los personajes de Arlt se expresen, por obra y gracia de un traductor, con el cuidado y la elegancia de la clase social a la que claramente no pertenecen? ¿Qué sería del pobre César Bruto si los traductores hiciéramos del error una entidad invisible o indecible? Cuánto más acertado me parece el criterio de enfrentar estas categorías de “lo correcto” y “lo incorrecto” con plena libertad, liberándolas de todas sus ataduras y, en cambio, dejando que sean los tonos y relieves del texto original los que sujeten esas riendas. Me gusta jugar con la idea de que hay que dejarse llevar por un principio que tendría bastante poco de principio en cualquier otra disciplina: "Violarás la regla cuando corresponda o te convertirás en tradittore".
La contracara de esta libertad de acción es que en muchas ocasiones se vuelve meramente teórica, como un derecho que no se ejerce. A veces, el carcelero que pone en caja a esa libertad en potencia es el mismo traductor, que se oculta en la estandarización o se calza la mordaza consciente o inconscientemente para evitar llamar a las cosas por su nombre. Otras veces –que siempre resultan demasiadas– las presiones coyunturales han hecho de la censura y la autocensura un método de traducción. Y otras tantas veces, calmados ya los vientos de la mojigatería, surge la figura del editor que no siempre acepta lo que el original reclama: innovación, cambio, ruptura.
Recuerdo con cariño al jefe de producciones de Emecé Editores en los años ochenta cuando discutíamos sobre cómo traducir Yestermorrow, el título del libro de ensayos de Ray Bradbury, y cómo defendió puertas adentro en la editorial para que se aceptara Fueiserá. Yo sentía que Bradbury no se merecía menos.
En los tiempos en que me formaba como traductora y me sentía abrumada por cierta sobredosis de reglas, soñaba con César Bruto y con el universo impredecible de las formas literarias y las transgresiones lingüísticas. Con el tiempo, una alumna entrañable me regaló un ejemplar de Hopscotch, la Rayuela de Cortázar traducida por Gregory Rabassa, y así, mientras me lo devoraba, obtuve mi merecida dosis de transgresión.
Rabassa logró, con sus traducciones, que el lector en inglés tuviera acceso a escritores tan importantes como Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Amado y Octavio Paz. En 1967 ganó el National Book Award por su traducción de Rayuela y en 1988 recibió el premio de la Wheatland Foundation por "su notable contribución al intercambio y entendimiento literarios internacionales". Rabassa permitió que los escritores a quienes tradujo entraran a un mercado tan difícil como el de Estados Unidos.
Más importante aún, al menos para mí, es que cuando lo felicitan por su trabajo, Rabassa dice que el crédito pertenece a los escritores que, como García Márquez y Borges, han seguido las huellas mágicas y realistas de un gran fabulador como Cervantes. Agrega que lo importante en el oficio de la traducción es tener presente que todos estos autores han quebrado las reglas del idioma, han inventado un lenguaje que no puede ser vertido impunemente al inglés. Según Rabassa, es imprescindible trabajar de una manera especial, con más humor y más imaginación.
Aprovechando este espacio, los invito a disfrutar de un fragmento de César Bruto, el que abre Rayuela, en ambos idiomas.

Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o de ser hormiga para meterme bien adentro de una cueva y comer los productos guardados en el verano o de ser una bívora como las del sológicO, que las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calfación para que no se queden duras d frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara questá, ni pueden calentarse por la falta del querosén, la falta del carbón, la falta de plata, porque cuando uno anda con biyuya ensima puede entrar a cualquier boloche y mandarse una buena grapa quehay que ver lo que calienta, aunque no conbiene abusar, porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y cuando se viene abajo por la pendiente fatal de la falta de buena condupta en todo sentido, ya nadie ni nadies lo salva de acbar en el más espantoso tacho de basura del desprastijio humano...

Everytime it starts to get cool, I mean in the middle of autim, I start gettin nutty ideas like I was thinkin about what was forein and diffrent, like for exsample how I’d like to turn into a swallow and get away and fly to countrys where it gets hot, or be an ant so’s I could get deep into a cave and eat the stuff I stored away durin th esummer or be a snake like what they got in the zoO, the ones they keep lockt up in glass cages thats heated so’s they don’t get stiff from the cold, which is what happens to poor human beans who cant buy no close cause the price is to high, and cant keep warm cause theys no keroseen, no coal, no wood, no fule oil and besides theys no loot, cause when you go around with bocoo bread you can go into any bar and get some sneaky pete that can be real warmin, even tho it aint good to overdo it cause if you overdos it it gets to be a bad habbit and bad habbits is bad for your body just like they is for youre selfrespeck, and when you start goin downhill cause your actin bad in everythin, they aint nobody or nothin can stop you from endin up a stinkin piece of human garbidge...

Para seguir leyendo, no hagan clic en ningún lugar de esta página; compren el libro: vale la pena.

2 comentarios:

  1. Parece que siempre acechárase lo intraducible. Una y otra vez, ese punto aparece y el traductor, estimo, lo arma como puede. Libertad, desde luego. Pero seguramente se piensa que las decisiones -sobre el habla de los personajes o el cómo decirlo o el qué decir- las ha tomado otro. Y que se lidia con ese fantasma. No lo tenemos a mano casi nunca, para preguntarle, comos se dice que Amado Alonso le preguntó a Neruda: ¿Qué signnifica? A lo que Neruda respondió: Significa sombras. Era justamenteel título del poema. Y no estaba traduciendo, Alonso, sino escribiendo un ensayo en castellano. ¿No estaba traduciendo?

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  2. Las decisiones las toma otro; claro, el autor, pero traducir también es tomar decisiones todo el tiempo y uno aspira al menos a acercarse a las decisiones del autor. Ojalá estuvieran más a mano. Recurrí a Ray Bradbury una vez para preguntarle el significado de una palabra para mí desconcertante y me contestó "nada; es inventada". Ojalá se promoviera más las consultas entre autor y traductor. Sin duda, redundaría en beneficio de todos.

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